Wednesday, April 16, 2008

La No.100


Pensando en todas las cosas que debía hacer durante esa mañana, incluyendo preparar su disco con el trabajo de 6 años, ella se dirigió hacía la puerta del elevador. Ahí debía subir todos los días después de bajar del auto que estacionaba en un 4to piso subterraneo de un centro comercial, había estado trabajando sin contrato en una agencia de comunicación estratégica en la que ayudaba con su visión creativa y su experiencia con publicidad a la correcta asesoría de imagen y realización de eventos para 2 marcas de consumo de papel. Ella entró al elevador y subió hasta el piso de salida a la calle, ahí pensó si comprar un café y un panque pero al reflexionar sobre el No. de billetes en su bolsillo decidió no hacerlo y tomar café quemado de la oficina y panques de salvado de los que había comprado en el supermercado hacía varias semanas.
Salió por la puerta y caminó como todos los días hacía el edificio donde había estado prestando sus servicios laborales, al pasar por el terreno baldío en el que desde hace un par de semanas se lleva a cabo una obra de construcción se dio cuenta que habia un par de curiososo en la reja de la entrada con cara atónita. Ella no pudo evitar ver a un par de hombres visiblemente judíos (ambos usaban "kipa") sacando unas gallinas blancas de una caja, siguió caminando extrañada y se tópó con 2 personas más mirando la escena, volteó su cara hacía una de las maquinas "Caterpillar" y vio un par de gallinas muertas tiradas en la tierra, una de ellas no se movía, la otra se revolcaba casi viva, las dos personas que miraban la escena dijeron: "Eso pasa cuando a las gallinas les cortan la cabeza, siguen moviéndose" y ella les preguntó con palabras nauseabundas: "¿Les cortaron la cabeza?", ellos respondieron que no, que sólo les habían torcido el cuello e irónicamente ella pensó "Buenos días, qué manera de empezar".
"Este mundo está loco, si creíamos que estabamos evolucionando todos a la par, me queda claro que no es así, no tengo idea que clase de ritual pretendía ser esto, espero que al menos hayan hecho un buen caldo con la carne de las gallinas y no las hayan tirado a que se las cogiera algún loco maniático traumado sexual. Qué mundo, qué loco", ella pensó y siguió caminando un poco asustada a su lugar de trabajo.

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