Friday, December 19, 2014

Mi amor es un caballo alado, que se queda hasta el final de la fogata. Es una rambla bailando en las estrellas, sin más decisión que sonreír. Una cauda buscando el recuerdo de aquellos besos perdidos que nunca di. Mi amor es el balance perfecto entre la gloria y la tristeza. Es un faro mirando desde la esquina a la luz, que tímida asoma por entre las nubes. Una mirada perdida entre la gente cabizbaja caminando entre la lluvia. Mi amor es el perdón del engañado, la compasión del malherido y la necedad del perro hambriento. Es un relámpago veloz al viento entre los árboles de la ciudad. Una espada desenvainada esperando la carne fresca, una risa entrelazada con lágrimas de azar. Mi amor es tu reflejo; el espejo del alma; el disparo de la noche; la precoz soledad. Mi amor es tu búsqueda y tu huida, tu cansancio y tu esperanza, es todo aquello que jamás será. Mi amor no existe, es de mentiras, de chocolate, nuez y pan. Mi amor está y se va rápidamente, se quema como un cerillo prendido en la ráfaga de mar. Mi amor se desvanece, se encuentra y se aparece cual eclipse solar. Mi amor se ama solo, se abraza y se besa al espejo, se regodea en su ego lastimado, se consuela y se destapa al ritmo de tambor sobre una canción élfica desierta y reza por las noches mantras sagrados del Atlántida por poderte encontrar.

Los solitarios


Los solitarios tenemos un hueco en el alma, uno que nunca se llena, que se arraiga a la sangre como el vello a la piel. Los solitarios hablamos en silencio todo el tiempo, aunque nadie nos escuche, en el auto, en la regadera, cocinando un huevo estrellado. Los solitarios estamos amarrados al aire, como las nubes al cielo y las estrellas al mar. Y nos caemos en silencio y levantamos el alma sin que nadie lo note. Los solitarios gritamos para sentirnos vivos, cuando ni un abrazo nos llena el alma. Y nos dormimos soñando con un mundo nuevo que está por llegar, aparentemente nunca. Los solitarios mordemos a las arañas, arañamos a las pulgas y fumigamos a las avestruces. Nos morimos pensando que pudimos haber hecho algo más por encontrar el lugar perfecto, por dejar la soledad. Los solitarios nos ahogamos en las letras de las paredes, en las sonrisas de las mujeres que se van y llegan. Nos quedamos sentados en el camino mirando como corren todos con la prisa cotidiana. Los solitarios nos rehacemos todos los días como muñecos de Play Doh, y nos guardamos en la cajita del corazón. Nos arraigamos a las palabras como el sol a la luna, como la tierra al agua, como el viento al sol.

Con nada

No me quedo con nada de nadie, ni nadie se queda con nada de mi. No me arropo en lo oscuro los trapos del alma, ni me acuesto en la tarde en un tramo sin luz. No soy nada, mi destino, no estoy vivo ni muerto, ni puedo seguir más allá del estribo que me ve venir. No me arranco las tripas, ni me muero, ni me ahogo en mis lágrimas cuando algo me duele al partir, no me entrego ni dejo de darme, tampoco me labro en la última piedra del paso en el río de aquel gris camino que me vio sonreir.