Sunday, February 13, 2011

Pounds in my pockets

Me gustaba mucho leer a Xavier Velasco, por dos razones. La primera porque se llamaba igual que uno de los amigos más guapos que había tenido en la prepa y la universidad,la segunda porque después de leerlo siempre me venían unas ganas incontrolables de escribir tan bonito como él. Pensaba: -Si éste pudo publicar una novela del tamaño de ¨Puedo explicarlo todo¨ basado en personajes inventados de barrio con toques de realidad personal y mucha creatividad para relatar las verdaderas historias de nuestro México, yo también algún día podré-.

Algún día era hoy, estaba decidida a escribir la primer cuartilla del libro que me haría famosa, que -al menos- me permitiría descansar en la tumba por no haberme quedado con las ganas de publicar. Me sentía medio absurda y naive como Brian, el perro alcohólico de Family Guy, que usaba el pretexto de estar escribiendo una novela para esconder su evidente adicción a los martinis, cuya publicación dificilmente se veía terminada en alguno de los capítulos de la sádica serie de dibujos animados. Claro, que yo espero que mi novela, libro de poesías o prosas ardientes, cuando se publiquen, tengan un mejor recibimiento y destino que el libro de ese perrito dibujado por Seth MacFarlane; que cuando logra por fin ver la luz se convierte en un total y verdadero fracaso literario.

Yo, esperaba superar el cliché y la repetición frustrada del artista, ahí sentada con mi libreta "Don´t forget me" escribiendo a mano cual escritora de la época victoriana inglesa, en el medio de un vuelo comercial turístico adornado con el nombre de una tienda de ropa de mi infancia en la Ciudad de México -Paris, Londres-, -"...la gran booooutiiiiique"-, cantaba el jingle con el que se aunciaban sus descuentos en la radio cuando yo tenía menos de 7 años de edad. Faltaban 5 minutos para aterrizar en Heathrow, el sonido del avión se metía a mis neuronas y no podía dejar de pensar... y tampoco lograba escribir. Mejor me pido un martini.

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